viernes, enero 26, 2007

SER ADULTO Y NO MORIR EN EL INTENTO

Próximo a cruzar la barrera que me separa de aquella preciada (a estas alturas de la vida) juventud, hago una retrospectiva de la sarta de responsabilidades que ello conlleva.

Y siendo bien objetivos, puta que nos asusta tener que responsabilizarnos ahora. En una sociedad que generación tras generación crece tardíamente, que prefiere quedarse con sus padres hasta pasados los 30 años, que colecciona dvd’s con los dibujos animados que amenizaron nuestra infancia, es difícil crecer y entender que este proceso es irreversible.

Cuando tenía 10 años pedía a gritos me dejaran demostrar que no era un cabro chico, que podía asumir responsabilidades, pero ahora, con la obligación de hacerme cargo de ciertas cosas uno añora la época donde no tenías que preocuparte de nada, solo jugar…ah! y de repente estudiar.

Y es que todo pasa por ciclos. Llegando a los 18 años, mi vida era la discotheque, bailar y enganchar con alguna chica, aunque siendo realistas aquello nunca me resultó, es más, era difícil sacar a bailar a alguna, la respuesta siempre fue “no”.

Entonces tenía amigos mayores, que no iban a las discos, sólo a “asados” con los amigos. “Que fome” pensaba yo, conversar con un vaso en la mano, sin bailar, sin la posibilidad de enganchar con una chica… no sé, no me imaginaba en esa. Hasta que un día las discos me comenzaron a aburrir a eso de los 22 años, que me metí en el cuento de los asados, compartir, un carrete más reposado pero no por eso fome. Entonces me dio la del agrandado: con un trabajo estable y buenas lucas en el bolsillo decidí independizarme e irme a vivir con unos amigos a un departamento.

Para mi la independencia era la única forma de madurar y aprender a hacer las cosas de la casa, viviendo con mis padres, si no hacía la cama sabía que alguien más lo haría por mi, pero ahora el cuento sería otro. Si mi padre se vino a vivir a Santiago con 18 años y sobrevivió, por qué yo con 23 años no podría hacer lo mismo?

Así no mas, y los carretes eran cosa de todos los fines de semana, aunque fuimos estrictos en el hecho de no permitir carretes en la semana… bueno, al menos no si no estábamos los tres de acuerdo, mal que mal teníamos que rendir en el trabajo al día siguiente.

Pero pasa el tiempo, las cosas no son eternas y la sociedad debió dividirse dos años después, entonces, con un pololeo de más de dos años en el cuerpo tomé la decisión: “vivamos juntos a ver qué pasa”. Y ahí comencé a tomarle el peso a la responsabilidad misma, los carretes bajaron, porque era mas entretenido pasar el fin de semana con ella sin salir de la cama desde el viernes en la noche al lunes en la mañana que un asado con los amigos.

Sin compromisos, sin ataduras, si las cosas no resultaban se deshacía la sociedad y todo bien, hasta aquí todo relajado, pero llegó el momento “Ups!, vamos a ser padres” y la cosa cambió, porque ahora el sueldo no solo era para vivir, comprar ropa cara y carretear, ahora había que pensar en futuro y eso asusta… asusta mucho.

En si mi proceso fue bien natural, no hubieron cambios bruscos, al menos no de esos que uno no piensa harto antes de tomar la decisión, el problema es que el cuerpo se acostumbra a bajar el ritmo y aunque no lo quieras, las amistades cada vez se ven mas a lo lejos.

Esta semana quise retomar una vieja tradición de hace unos 6 años atrás: carretear en la semana.. y las consecuencias no fueron nada agradables.
Una vez con mis compañeros de trabajo de ese entonces estuvimos una semana completa yendo a tomar unos tragos luego del trabajo, llegando a casa cerca de las 2 de la mañana con alcohol en la sangre y cumpliendo a las 8:30 hrs, en el trabajo… con tremenda caña. Comenzamos el Lunes y no paramos hasta el Sábado con un asado.

El Martes la hice otra vez, no fue intencional, solo se dio, me junté con un amigo y las consecuencias al día siguiente fueron fatales: abrí los ojos y como dice un amigo por ahí “un apache maricón saltó y me pegó el hachazo de medio la’o”. Estoicamente me levanté y cumplí al llegar a la hora al trabajo, pero di jugo, no se si mi jefe cachó, pero durante toda la mañana solo gasté oxígeno y dí vueltas las hojas de un lado para otro... cero aporte.

Hoy, si llego a asomarme (por esas vicisitudes de la vida) a una disco, escucho en mi cabeza esa canción que dice “ha salido un nuevo estilo de baile y yo no lo sabía”. Ciertamente estoy des-actualizado y no me importa, el problema es que el tiempo no pasa en vano y el cuerpo ya no responde (en el sentido "carretistico") como antes.

Juventud, divino tesoro…

viernes, enero 12, 2007

VIUDO DE VERANO AL ESTILO BUNDY

Recuerdo cuando llegaba del colegio a principios de los 90’ y a eso de las 15:00 Hrs. Megavisión transmitía un Sitcom llamado “Matrimonio con Hijos”. Me quedaba pegado con esa serial, me reía caleta viendo a Al Bundy perder una y otra vez ante las situaciones que se presentaban, aún más, su familia entera se reía de sus tropiezos, aún cuando eran tan perdedores como él. En aquella época eramos pocos los que cachábamos esta serie y más aún los que la entendían.
He aquí uno de mis referentes para adoptar mi apodo de “Loser Boy”.

Si hay algo que les copié a los gringos fue ese humor negro, estúpido e irónico de series como ésta. La mayoría de los mortales se rendían ante los Simpson… lo mío era los Bundy.
Ahora está la versión chilena: “Casado con hijos”. Debo decir que la primera temporada no la pesqué mucho, básicamente porque esperaba ver a un Larraín más histérico e histriónico, tal cual era Al Bundy, más la versión de los primeros capítulos me entregó a un “tito” muy tranquilo, entregado a su suerte, no sé, no me gustó y no enganché, pero la segunda temporada fue mejor, cambió la dinámica y esto ha hecho que el público enganche… adonde voy con este comentario? Ah, si! Lo recordé!.

Esta semana me quedé “viudo de Verano” temporalmente, es decir, me dejaron solo por dos días y teniendo todo el tiempo libre solo para mi luego del trabajo y la casa a mi entera disposición, qué fue lo que hice? Llegué a casa, miré el panorama y no hice otra cosa que tomar aire y sonreír. Si, esa misma sonrisa que pone Tito Larraín luego de trabajar en la zapatería, llegar a casa y poder sentarse tranquilo en el sofá a ver televisión... solo. Entonces me dirigí a la cocina, abrí unas papas fritas, luego al refrigerador y busqué entre las cosas que había una cerveza (no pregunten qué mas había, yo siempre busco lo que necesito en el refrigerador, no miro que otra cosa hay y cierro) y a echarme en el sofá a ver “24”, la primera temporada.

Hace algunos años, cuando aún era soltero y el sueldo alcanzaba para lujos, tuve la oportunidad de ver en el cable la temporada “24: contagia”, entonces, ahora que no se del cable desde hace mucho, no podía perder la oportunidad de ver la primera temporada de la serie e ir atando cabos de temas que salían en la temporada “contagia” que tenían relación con temporadas anteriores.

Y no es que exista represión en casa y no pueda ver TV, pero a veces Vicente hincha (medio mañosos a esa hora) que quiere ver dibujos animados y me pierdo capítulos y por ende el hilo, entonces, tener el televisor, todo para mi era algo que no podía dejar pasar.

Cada día que pasa parecer ser que voy adquiriendo algo de Al Bundy. Espero no terminar en una zapatería siendo humillado por mis pares y mi familia.

martes, enero 02, 2007

CRÓNICAS DE UN PERDEDOR, LA GÉNESIS

Se puede decir que durante toda mi dulce y tierna infancia fui un niño ganador. Desde pequeño era señalado como “niño modelo”, por mi buen comportamiento y el cuidado de mi presencia, además de lo sociable que era con todo el mundo, siempre estaba peleando los primeros lugares en la enseñanza básica. Les llamaba la atención de sobremanera a las amigas de mi madre que fuera moderado en la mesa al momento de tomar bebida y de hecho siempre me decían que sería un “rompe corazones” cuando fuera grande.

No se que pasó, pero al llegar a grande todas las profecías fueron cumplidas negativamente y lejos de ser un rompecorazones mi personalidad fue decreciendo al punto de no ser capaz de decirle en 4 años a una chica que me gustaba. Me transformé en un perdedor crónico. Ya no peleaba los primeros lugares, luchaba por el “4,0” en cada materia. Cada vez que debía de enfrentar a un grupo nuevo, llámese amigos o compañeros de curso, me era imposible caer bien de entrada, digo, si entraba con personalidad era un patudo, “un florerito” y por el contrario si era tímido, entonces era un creído que miraba en menos a todo el mundo. Fue difícil, quizás por eso cuando en 1999 y con 22 años en el cuerpo nos cambiamos a la casa definitiva de mis padres, no hice amigos en el barrio.

Entonces me pongo a pensar en el momento en que mi suerte cambió negativamente y para siempre, el punto de inflexión donde pasé de ser “niño modelo” a perdedor crónico: ese momento fue 1990.

Era Marzo de 1990 y mientras en el congreso se presenciaba un momento histórico, el paso a la democracia tras ochorrocientos años de dictadura, yo asistía a mi nuevo colegio. Cualquiera pensaría que cambiarse de colegio en octavo básico era una tontería, por qué pasar el ultimo año en un colegio distinto a 25 cuadras de la casa, luego de 5 años en el colegio de la esquina? El hecho es que por esos años yo pertenecía a un conjunto folklórico infantil, y el director del conjunto era también el director de este nuevo colegio y el cambio supondría mayores licencias a la hora de salir de clases por asuntos del conjunto. De hecho recuerdo que la profesora de música me ponía “7”, sin mayores trámites sólo por pertenecer al conjunto.

Aquel año el profesor de religión se acercó a mi a principios de año y me comentó que durante Agosto se realizaba el concurso “los jóvenes caminan con cristo”, un clásico a esas alturas en la comuna, donde los estudiantes debían crear una canción y representar a sus colegios con ella.

A la semana de que me lo comentaran vino la inspiración y escribí. Se suponía que los que formábamos parte del grupo folklórico no podíamos participar en este certamen, se podía entender que el director del grupo podía estar involucrado en las letras de la canción. Igual participé, de hecho varios de los chicos del grupo lo hicieron. Llegó Agosto y presenté la canción, fue un éxito, gané el derecho a representar al colegio y recién ahí el director supo que yo escribía, di la sorpresa y hasta aquí mi racha de ganador seguía intacta.

Llegó el momento de participar y aquel día me topé con mi antigua profesora de religión, de mi colegio anterior. Me llevó a un lado y me increpó el no haber participado anteriormente de este certamen representándolos y es que sinceramente nunca me lo habían propuesto y si alguna vez me dijeron algo fue una semana antes del concurso, qué podía hacer alguien a esas alturas? En cambio en este nuevo colegio la propuesta fue anticipada y las letras salieron solas un día.

Para peor: dentro del jurado había una persona que podría reconocerme, que pondría en jaque el hecho de pertenecer al conjunto folklórico. Sin embargo mi canción fue seleccionada y pasé para el día siguiente, donde sería elegida la canción ganadora.

Sinceramente me sentí seguro, tenía la certeza de que la canción era buena, y la música pegajosa, tenía para ganar y todo el mundo me lo decía. Entonces puse ojo en las demás canciones y sólo una era tan buena como la mía.

Llegó el momento de elegir y la canción que le hacía el peso a la mía quedaba en segundo lugar, la verdad aquí me sentí ganador, me tiritaban las piernas y ya escuchaba mi nombre, de hecho al momento de dar la canción ganadora me estaba parando cuando escucho que no era yo, sino un colegio al que no le puse mucha atención, solo recuerdo que cantaban seis chicas.

Me paré y salí del local. En mi camino me pararon muchas personas a decirme que era un error, que mi canción merecía ganar. Lo único que pensaba era que uno de los jurados me reconoció y me descartaron pensando que a mis cortos 13 años no podría haber sido yo quien escribiese el texto del tema, bastante bueno por lo demás y no es que lo diga yo, me lo dijeron muchos mayores en aquella época. De hecho aún hoy me pregunto si la profesora de religión de mi antiguo colegio no estuvo involucrada en el asunto. Lo cierto es que meses después me topé en primero medio con una de las chicas ganadoras, ella me reconoció, se acercó y me dijo que tampoco ellas entendieron aquella vez cómo yo no había ganado. Por cierto que nos hicimos buenos amigos durante los cuatro años que cursamos la enseñanza media.

Ahora lo claro es que aquel incidente rompió para siempre mi racha ganadora, mi niñez se fue con aquella derrota y mi adolescencia se tiñó de una oscura sombra perdedora que ha de perseguirme por el resto de mis días… quien sabe, de haber ganado quizas hoy escribiría aún canciones... aún más, quizás sería estrella de "Rojo"............................... CUEK!!!