A propósito de la junta anual de mi curso (generación 1995) que se llevará a cabo este fin de semana, se me vino a la memoria un recuerdo de aquella época, donde el dinero, el trabajo, el transantiago y muchas otras cosas no eran lo importante, lo que llenaba por esos días mi tiempo por completo era el deporte.
Resulta ser que a mis tiernos 15 años... si, lo sé, quizás piensen que con 15 años no podemos hablar de ternura, cierto? Pero yo era (y algunos piensan que lo sigo siendo, entre ellos mi ‘pior es na’) medio mamón, así que hablar de ternura es válido en este caso.
Como decía, a mis tiernos 15 años tenía un grupo de amigos en la cuadra (todos de la misma edad) y uno de ellos estaba aprendiendo a jugar Volleyball, entrenando con su hermano mayor. Este tipo ya era universitario y seleccionado comunal de Cerrillos y viendo el entusiasmo que el grupo puso, decidió enseñarnos el deporte que tanto lo apasionaba.
Luego de meses de entrenamiento, resultó que el grupo en general tenía aptitudes natas para aquel deporte y pronto nos encontramos representando a nuestra villa en el campeonato comunal, con muy buenas actuaciones debo acotar. En este equipo yo jugaba el rol de segundo. Debo aclarar, para quienes desconocen el deporte, que existen (o al menos así era hace 13 años) tres posiciones básicas dentro del juego, el armador, el primero y el segundo, esto en referencia a los que atacan, detrás de ellos sigue otra línea de 3 que defiende ante cualquier problema.
Al año siguiente (1993), con experiencia en el juego, postulé a la selección del colegio mientras seguía entrenando con mis amigos de la villa. Dentro del colegio jugaba de armador y tenía cierto prestigio, aún cuándo para este deporte se pide cierta estatura, con mis 165 cms. de altura me había ganado un lugar en el primer equipo del colegio.
Llegó así 1994 y con esto lo que en teoría sería mi último año de estudios, más mi historial como perdedor empedernido se encargaría de decir una vez más que estaba equivocado. El asunto es que aquel año llegó un profesor nuevo de gimnasia, que por cierto debería de encargarse de las selecciones de Volleyball, football y Basketball. El problema es que era completamente distinto al que se había ido. El primero: recién egresado de la Universidad, joven, más cercano, más humilde, más amigo. El segundo: Alrededor de los 45 años, canoso, quebrado y encima se creía “lolo”. Si hasta era divertido verlo pasar delante de las colegialas contoneándose y haciendo “ojitos”, como si fuera el “Tony Manero” del lugar.
Comienza el año y alguien le pasa el dato de quienes habían formado las respectivas selecciones el año anterior y los que estábamos en último año corríamos con ventaja, pero sin decir más a la hora de los “kiubos” no fui llamado. Me cayó como patada en la "guata" este tipo y lejos de desmoronarme, esto me sirvió como aliciente para superarme, entrenar más y demostrarle al tipo que se había equivocado al no convocarme.
Recuerdo que uno de sus regalones era un “huailón” de 1.80 mts. Que cursaba el 3ro.medio y que se jactaba de haber sido seleccionado de la católica. En una de las clases de educación física este cabro se dedicaba a “remachar” desde un lado, mientras un grupo de chicos (entre los que me encontraba yo) desde el otro lado de la malla recibía los golpes que daba la bestia. Todos admiraban la fuerza con que golpeaba el balón y con mis ganas de demostrar mis aptitudes, estudié su golpe un par de veces y luego me puse bajo la malla a “tapar” los “remaches”. El tipo pega y yo salto, pero me pasa. Esto resultaba lógico tomando en consideración la diferencia de estatura, más esta instancia me ayudó para calcular el salto, los tiempos, en fin, como debía pararme para contener el golpe. Seguí tapando los golpes hasta que le tocó el turno y esta segunda vez logré tapar el remache. Por fin le había adivinado el lado y ninguno de los presentes lo podía creer. Para mí la cosa fue más sencilla y es que el tipo no sabía pegar de otra forma, por tanto no fue dificil apocarlo. Intentó dos veces más y logré contenerlo, se desmoronó y no volvió a intentarlo esa tarde.
Generalmente el profesor me pedía que me quedara luego de clases, para servir de “sparring” al seleccionado y en ocasiones lo hice, básicamente para demostrarle lo equivocado que estaba al dejarme afuera y no fueron pocas las veces que este equipo “B” le ganaba al “A”. El tema no pasaba por ser seleccionado, sino por escuchar al tipo pidiéndome entrar al equipo y darme el lujo de desechar la oferta, esa era toda mi meta, decirle en su cara que no me interesaba la selección, que él era un perdedor... pero aquel esperado día jamás llegó, creo que intuyó para dónde iba yo, no sé, pero me quitó el premio que tanto anhelaba: la oportunidad de mirarlo en menos y decirle que era penca.
Vino entonces el aniversario del colegio, y los seleccionados estaban divididos en diferentes alianzas, entonces, con los que habían en la mía armamos el equipo. Por decisión de la mayoría fui sindicado como el capitán del equipo.
Llegamos pues a la final, pero las bajas fueron considerables, la mayoría de los seleccionados de Volleyball también estaban comprometidos con el Football y ambos jugaban a la misma hora aquel día y al final fueron seducidos por el lado oscuro del deporte rey. Así y todo fuimos a la pelea con lo que había, chicos que con más ganas que técnica se pusieron a mis órdenes para defender a la alianza y en esa instancia mi estímulo por jugar era doble: aparte del profesor se encontraba la chica que me gustaba animando a su alianza, que era la contraria.
Aquella actuación fue realmente notable, terminé convertido en la estrella del encuentro, incluso hice una jugada que no podré olvidar jamás: El equipo contrario ataca, recibe uno de mis defensas y me da el pase, me encuentro en una esquina dándole la espalda a la malla. Mis atacantes comienzan a correr esperando el pase, la primera línea de tres del otro equipo toma posiciones para parar el “remache” de los atacantes, mientras los otros tres esperan tras la línea de 3 metros por si el ataque pasara la defensa. Estoy por recibir la pelota e imagino la jugada: los atacantes saltarán, los defensas también, dos contra el primero y uno contra el segundo atacante y de pronto pienso que detrás de mí, al otro lado de la malla no debiera de haber nadie. Entonces cambio la jugada, toco suavemente la pelota y la paso hacia atrás, los atacantes hacen la pantalla y el otro equipo queda a traspié, mirando cómo la pelota choca contra la malla, cruza hacia el lado contrario y cae apegada a ella, sin dar la chance de que alguien llegue por ella antes de tocar el suelo. La hinchada salta y grita y me transformo en el héroe de la jornada, mientras que entre los rivales habían algunos seleccionados que me miraban con cara de "esa no la vuelves a hacer". El hecho es que lo intenté un par de veces más, sólo que no volvió a pegar contra la malla de la misma forma.
Finalmente nuestro equipo fue más y ganamos, todos me señalaron como el artífice del logro y por 15 minutos mis hazañas fueron comentadas por todo el recinto, incluso mis rivales me felicitaron por la actuación... hasta que comenzó el football y todo volvió a la normalidad: mientras los que pisaban el césped corrían tras una pelota, los que estaban afuera se subían a la esférica y yo quedaba en el olvido colectivo, pasando inadvertido y perdiendo el tiempo el resto de la tarde.
En el recuento final la historia contará que mis esfuerzos de nada sirvieron, la chica que me quitaba el sueño jamás me pescó y terminando el año nunca más la volví a ver, el profesor no me llamó a la selección y el tiempo se encargó de NO darme la razón respecto a lo chanta que era aquel tipo, puesto que ese año el INSUCO A-26 resultó campeón comunal de Volleyball varones, pasando por encima del INBA, el Liceo de Aplicación y el Instituto Nacional inclusive... más disfruté esos 15 minutos de fama, ya que por un momento dejé de ser ese maldito “loser” que el destino me ha llevado a ser.-
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