jueves, noviembre 23, 2006

WINNER POR 15 MINUTOS

A propósito de la junta anual de mi curso (generación 1995) que se llevará a cabo este fin de semana, se me vino a la memoria un recuerdo de aquella época, donde el dinero, el trabajo, el transantiago y muchas otras cosas no eran lo importante, lo que llenaba por esos días mi tiempo por completo era el deporte.

Resulta ser que a mis tiernos 15 años... si, lo sé, quizás piensen que con 15 años no podemos hablar de ternura, cierto? Pero yo era (y algunos piensan que lo sigo siendo, entre ellos mi ‘pior es na’) medio mamón, así que hablar de ternura es válido en este caso.

Como decía, a mis tiernos 15 años tenía un grupo de amigos en la cuadra (todos de la misma edad) y uno de ellos estaba aprendiendo a jugar Volleyball, entrenando con su hermano mayor. Este tipo ya era universitario y seleccionado comunal de Cerrillos y viendo el entusiasmo que el grupo puso, decidió enseñarnos el deporte que tanto lo apasionaba.

Luego de meses de entrenamiento, resultó que el grupo en general tenía aptitudes natas para aquel deporte y pronto nos encontramos representando a nuestra villa en el campeonato comunal, con muy buenas actuaciones debo acotar. En este equipo yo jugaba el rol de segundo. Debo aclarar, para quienes desconocen el deporte, que existen (o al menos así era hace 13 años) tres posiciones básicas dentro del juego, el armador, el primero y el segundo, esto en referencia a los que atacan, detrás de ellos sigue otra línea de 3 que defiende ante cualquier problema.

Al año siguiente (1993), con experiencia en el juego, postulé a la selección del colegio mientras seguía entrenando con mis amigos de la villa. Dentro del colegio jugaba de armador y tenía cierto prestigio, aún cuándo para este deporte se pide cierta estatura, con mis 165 cms. de altura me había ganado un lugar en el primer equipo del colegio.

Llegó así 1994 y con esto lo que en teoría sería mi último año de estudios, más mi historial como perdedor empedernido se encargaría de decir una vez más que estaba equivocado. El asunto es que aquel año llegó un profesor nuevo de gimnasia, que por cierto debería de encargarse de las selecciones de Volleyball, football y Basketball. El problema es que era completamente distinto al que se había ido. El primero: recién egresado de la Universidad, joven, más cercano, más humilde, más amigo. El segundo: Alrededor de los 45 años, canoso, quebrado y encima se creía “lolo”. Si hasta era divertido verlo pasar delante de las colegialas contoneándose y haciendo “ojitos”, como si fuera el “Tony Manero” del lugar.

Comienza el año y alguien le pasa el dato de quienes habían formado las respectivas selecciones el año anterior y los que estábamos en último año corríamos con ventaja, pero sin decir más a la hora de los “kiubos” no fui llamado. Me cayó como patada en la "guata" este tipo y lejos de desmoronarme, esto me sirvió como aliciente para superarme, entrenar más y demostrarle al tipo que se había equivocado al no convocarme.

Recuerdo que uno de sus regalones era un “huailón” de 1.80 mts. Que cursaba el 3ro.medio y que se jactaba de haber sido seleccionado de la católica. En una de las clases de educación física este cabro se dedicaba a “remachar” desde un lado, mientras un grupo de chicos (entre los que me encontraba yo) desde el otro lado de la malla recibía los golpes que daba la bestia. Todos admiraban la fuerza con que golpeaba el balón y con mis ganas de demostrar mis aptitudes, estudié su golpe un par de veces y luego me puse bajo la malla a “tapar” los “remaches”. El tipo pega y yo salto, pero me pasa. Esto resultaba lógico tomando en consideración la diferencia de estatura, más esta instancia me ayudó para calcular el salto, los tiempos, en fin, como debía pararme para contener el golpe. Seguí tapando los golpes hasta que le tocó el turno y esta segunda vez logré tapar el remache. Por fin le había adivinado el lado y ninguno de los presentes lo podía creer. Para mí la cosa fue más sencilla y es que el tipo no sabía pegar de otra forma, por tanto no fue dificil apocarlo. Intentó dos veces más y logré contenerlo, se desmoronó y no volvió a intentarlo esa tarde.

Generalmente el profesor me pedía que me quedara luego de clases, para servir de “sparring” al seleccionado y en ocasiones lo hice, básicamente para demostrarle lo equivocado que estaba al dejarme afuera y no fueron pocas las veces que este equipo “B” le ganaba al “A”. El tema no pasaba por ser seleccionado, sino por escuchar al tipo pidiéndome entrar al equipo y darme el lujo de desechar la oferta, esa era toda mi meta, decirle en su cara que no me interesaba la selección, que él era un perdedor... pero aquel esperado día jamás llegó, creo que intuyó para dónde iba yo, no sé, pero me quitó el premio que tanto anhelaba: la oportunidad de mirarlo en menos y decirle que era penca.

Vino entonces el aniversario del colegio, y los seleccionados estaban divididos en diferentes alianzas, entonces, con los que habían en la mía armamos el equipo. Por decisión de la mayoría fui sindicado como el capitán del equipo.

Llegamos pues a la final, pero las bajas fueron considerables, la mayoría de los seleccionados de Volleyball también estaban comprometidos con el Football y ambos jugaban a la misma hora aquel día y al final fueron seducidos por el lado oscuro del deporte rey. Así y todo fuimos a la pelea con lo que había, chicos que con más ganas que técnica se pusieron a mis órdenes para defender a la alianza y en esa instancia mi estímulo por jugar era doble: aparte del profesor se encontraba la chica que me gustaba animando a su alianza, que era la contraria.

Aquella actuación fue realmente notable, terminé convertido en la estrella del encuentro, incluso hice una jugada que no podré olvidar jamás: El equipo contrario ataca, recibe uno de mis defensas y me da el pase, me encuentro en una esquina dándole la espalda a la malla. Mis atacantes comienzan a correr esperando el pase, la primera línea de tres del otro equipo toma posiciones para parar el “remache” de los atacantes, mientras los otros tres esperan tras la línea de 3 metros por si el ataque pasara la defensa. Estoy por recibir la pelota e imagino la jugada: los atacantes saltarán, los defensas también, dos contra el primero y uno contra el segundo atacante y de pronto pienso que detrás de mí, al otro lado de la malla no debiera de haber nadie. Entonces cambio la jugada, toco suavemente la pelota y la paso hacia atrás, los atacantes hacen la pantalla y el otro equipo queda a traspié, mirando cómo la pelota choca contra la malla, cruza hacia el lado contrario y cae apegada a ella, sin dar la chance de que alguien llegue por ella antes de tocar el suelo. La hinchada salta y grita y me transformo en el héroe de la jornada, mientras que entre los rivales habían algunos seleccionados que me miraban con cara de "esa no la vuelves a hacer". El hecho es que lo intenté un par de veces más, sólo que no volvió a pegar contra la malla de la misma forma.

Finalmente nuestro equipo fue más y ganamos, todos me señalaron como el artífice del logro y por 15 minutos mis hazañas fueron comentadas por todo el recinto, incluso mis rivales me felicitaron por la actuación... hasta que comenzó el football y todo volvió a la normalidad: mientras los que pisaban el césped corrían tras una pelota, los que estaban afuera se subían a la esférica y yo quedaba en el olvido colectivo, pasando inadvertido y perdiendo el tiempo el resto de la tarde.

En el recuento final la historia contará que mis esfuerzos de nada sirvieron, la chica que me quitaba el sueño jamás me pescó y terminando el año nunca más la volví a ver, el profesor no me llamó a la selección y el tiempo se encargó de NO darme la razón respecto a lo chanta que era aquel tipo, puesto que ese año el INSUCO A-26 resultó campeón comunal de Volleyball varones, pasando por encima del INBA, el Liceo de Aplicación y el Instituto Nacional inclusive... más disfruté esos 15 minutos de fama, ya que por un momento dejé de ser ese maldito “loser” que el destino me ha llevado a ser.-

miércoles, noviembre 15, 2006

UNO DE AQUELLOS DIAS

Fue hace poco, para las famosas Fiestas Patrias. Tenía todo planeado, todo calculado, los tiempos, el recorrido... pero aquel día (como es de no esperar) la famosa Ley de Murphy se hizo presente en todo momento.

Había pensado en tomar el día libre, tenía cosas que hacer, anexas a mi diaria rutina, cosas que hago en mi tiempo libre y que ese día debía de realizar extraordinariamente, esto me reportaría ganancias extras. Hasta esa semana no contaba con que en el jardín infantil donde acude Daniel decidieran ese día realizar el acto de las Fiestas Patrias... y mi peque era el actor principal de la jornada, saldría en casi todos los cuadros... algo que lleva en la sangre debo acotar. Entonces todos mis planes los deseché, en parte para evitar un conflicto familiar con mi esposa, decisión que implicaría dejar de lado mis compromisos y el ingreso extra. Mi hijo estaba primero.

Decidí entonces ir al trabajo, total ese día (y como era la costumbre en aquellas fechas) se llevaría a cabo el famoso almuerzo de camaradería y luego de eso seríamos despachados cada uno para sus respectivos hogares. El acto en el jardín infantil comenzaría a las 15:30 Hrs., por tanto alcanzaría en teoría a llegar.

Mi relación hoy en día con mis jefes no anda del todo bien, por ende no tenía ganas de ir al mentado almuerzo, pero bueno, era gratis y tomar el día a cuenta de vacaciones sabiendo que a las 15:00 hrs., estaríamos todos afuera era un poco absurdo.

Fue aquí donde la Ley de Murphy comenzó a hacerse presente. Llegué junto a mis compañeros al almuerzo (al que no quería asistir) y con tan mala suerte que quedó a mi lado un puesto disponible... uno de los dueños, justamente con quien había tenido un altercado el día anterior decidió sentarse allí y durante todo el almuerzo se hizo el loco y me conversaba como si nada hubiese pasado y me preguntaba que qué tenía que estaba tan serio, y es que parecía haber olvidado que por poco el día anterior no me autoriza mis vacaciones de Fiestas Patrias... y con la rabia acumulada no logré disfrutar nada del almuerzo.

Antes de ésto, le pedí al chico que cuidaba los autos que lavara el mío y lo limpiara por dentro, le dije que a las 15:00 Hrs., me retiraba, así que debía de tenerlo listo para esa hora.

A las 14:30 Hrs., mi mujer me llama y me dice que aun no almuerza. Entre la bulla del local donde estábamos alcancé a entender que se iría a la casa sin almorzar, más tarde sabría que no fue eso lo que me dijo.

Me retiré antes del postre, a eso de las 14:50 Hrs., para alcanzar a llegar al jardín, pero no advertí que en el estacionamiento de mi trabajo habían dos autos tapándome la salida... y el chico del limpiado aún no terminaba con el mío. Los dueños de los autos se negaron a salir del almuerzo para sacar sus autos (aún quedaba el bajativo), así que tuve que sacarlos yo mismo para poder salir, mientras notaba que el chico del limpiado seguía en lo suyo ligeramente nerviosos, creo que sabía que ya estaba alterado por su demora, la verdad no era la primera vez que me hacía esto y ya estaba atrasado para llegar al jardín infantil.

Cuando por fin saqué el auto el chico aún no terminaba y de pronto no di más, ya había dejado pasar las anteriores y esto había colmado mi paciencia. Tratando de no levantarlo a garabatos -mal que mal él es una persona, que sin estudios y con una familia a cuestas, se ganaba su dinero en ésto debiendo de soportar a veces la prepotencia de algunos por unas miserables monedas- le dije que dejara tal como estaba el auto, que no siguiera, que ya estaba suficientemente atrasado como para esperar a que se decidiera a terminar el trabajo y él se deshacía en explicaciones, que no me enojara y yo medio enajenado no le prestaba atención y le pagué el precio convenido por el servicio y un poco más, una suerte de aguinaldo de fiestas que acostumbraba a darle en estas fechas. Fue aquí donde ya todo nervioso me quiso decir algo, pero yo atiné a cerrar la puerta, encender el auto y salir disparado. Había perdido demasiado tiempo. Entre tanto, en mi estrepitosa salida, casi choqué en la intersección siguiente con un imprezza negro de vidrios polarizados.

Tras 30 minutos a toda carrera crucé todo Santako para llegar al jardín infantil. Eran ya las 15:50 Hrs., y la cosa aún no empezaba, al no ver a Liliana decidí salir a la calle y llamarla. Estaba en la estación del metro esperando locomoción, lugar por donde yo había pasado 10 minutos antes, al tomar locomoción ella tardaría 10 minutos en llegar ahora. La increpé por no haberme llamado, que pude haber pasado por ella, ¿cómo pudo demorarse más de 1 hora en llegar si se había retirado supuestamente a las 14:30 Hrs.? Ahí supe que con la bulla del local donde yo estaba no escuché que me dijo que aún no almorzaba, pero esperaría por el almuerzo y me pidió que cuando me retirara la llamara para pasarla a buscar. Murphy, ya me debías dos.

Terminamos de hablar y al cruzar la calle otro imprezza negro de vidrios polarizados pasó a unos 80 kilómetros en una zona dónde el máximo era 50. "que coincidendia" me dije, mientras pensaba en la suerte que tuve de no cruzar hablando por teléfono, no lo habría visto venir.

Al entrar al jardín comenzó la función y como es la costumbre en Santako, la gente no respeta a sus semejantes: los que estaban en primera fila se pararon para sacarle fotos a sus hijos y los que estaban más atrás, lejos de reclamar se agolparon hacia delante para ver también la función. También fui culpable, entre todo lo enojado que estaba por las situaciones anteriores no dije nada temiendo ser grosero al abrir la boca, preferí callar y no ver nada. El acto terminó 30 minutos después y Liliana recién venía llegando al Jardín, ya que se dio el tiempo de pasar a la casa (que queda a 1 Km. de distancia) y venirse caminando. Luego tuvo la desfachatez de enojarse, no sé que pasaba por su cabeza en esos momentos, pero creyó que no llegando ella la función no empezaría, como si fuese alguien importante dentro del circulo de Jardines Infantiles.

Había un cóctel luego del acto, pero ya estábamos quemados los dos, así que tomamos a Daniel y todas sus cosas y nos fuimos, la verdad me contuve cuándo apenada la “tía” nos trataba de retener, que nos quedáramos. Siempre hemos colaborado con el Jardín, de hecho nos han invitado a fiestas personales de los dueños, sólo por eso fui educado y condescendiente al decirle que no teníamos ánimos de compartir, que nos habíamos perdido el acto por culpa de la poca cultural de los demás padres y le di a entender con esto que no habían manejado ni coordinado bien el asunto, ni con la hora de comienzo (ya que muchos padres trabajamos y teníamos problemas para llegar a la hora), ni con el nulo manejo del público. Sé muy bien que mis palabras le dolieron, lo ví en su cara cuando me prometió tomarlas en consideración en el próximo evento.

El camino a la casa fue corto, pero largo a la vez: un silencio culpable se respiraba en el auto. Mientras Daniel jugaba en el asiento trasero y a sus 3 años no entendía nuestro enojo, yo sólo pensaba en sacarle en cara a Liliana si para ésto había dejado de ganar $60.000.- aquella tarde, pero ví su cara, mirando hacia la nada y con lágrimas en los ojos por haberse perdido este momento, no haber podido ver a Daniel desenvolverse en el escenario. Estos instantes para ella son tan importantes y no haberle sacado fotos, no tener recuerdos de aquello le dolía una enormidad. Entonces pensando en evitar una pelea familiar (creo que ya habíamos pasado muchos disgustos para un solo día) callé mientras le hice el quite a un auto negro. No sé si era igual al que me había topado anteriormente, de ser así a estas alturas ya no me parecería una coincidencia, pero aquello no era lo importante en ese momento, me tenía más preocupado el pensar que haría si me topara con Murphy y le cobrara las tres que ya me debía.

Pd: Los nombres, lugares y fechas han sido cambiados para proteger la identidad de los implicados y mi integridad física.